miércoles, 18 de junio de 2008

Ultras, Ultras y más de lo mismo.

Carta al Lector:
Esta carta enuncia, sin duda, los deseos del suicida. Usted se alarmara seguramente ante tales revelaciones, pero acaso no es suicidio desenmascarar nuestros verdaderos sentimientos y motivaciones. Uno tras otro podría postular los argumentos que lo alejarían de su usual visión del suicidio. Mi intensión, sin embargo es mostrarle a las Ultras, personajes de género femenino con una extravagante visión del mundo. Y especialmente aquella que nace desde el raciocinio y secretamente se ciñe en el talle de sus cinturas. Su sexo es claramente el Dios de un altar abandonado, desde aquellos días donde el entendimiento fue la condición necesaria para ser. Es el carácter mortal de estas palabras mi obvia confesión. Las ultras han nacido de la necesidad de hacer explicito cierto mecanismo de la carne. Una extensa frialdad que recorre más de una espalda ante la mirada atenta del amante, ante el desconocido: el Otro. No es raro que el amor de Titania y Asterión, no durara puesto que nunca he logrado comprender los mecanismos de dichas prolongaciones temporales. Mis amores y aquello no amores han alimentado estas páginas de manera indefinida y compleja. Indefinida en primera instancia porque el claro narcisismo sistematizado en solipsismo ha trazado un exterior sumamente frio. Sin embargo, estas palabras son más de lo que puedo decir. Trasgredir los discursos amatorios/amorosos no es mas que una ridiculez. Sencillamente el dogma de las Ultras es esto una constante charla entre el dogma del discurso y esa manía (que me es muy propia) de obviar el limite del lenguaje. Que incluso en momentos claves es una media sonrisa, que enfatiza lo irónico y ridículo de la catarsis retorica. Quizás aquí nace la retorica violenta con el despertar de dos sensaciones. Como el lobo ante la presa, la Ultra huele el deseo, el sexo y el devenir. Primero se relame los dientes para después temer, al terminar de devorar esa carne, a la soledad de su religión. ¡¡He aquí a la gran Ultra desplomada ante su mismidad!! Padece día tras día la tortura de la sutileza de su genero, en ella no perece el deseo sino que se acrecienta en una cimiente sombría. El egotismo enfatizado es un arma de doble filo, la vuelve misteriosa: inentendible. A los ojos del Otro es sin duda una vuelta a la tierra, al animal y a la irracionalidad pretérita. No confío en lo que dicen las Ultras muchas veces en misteriosos cálculos de versos del inconsciente me despojan de mis armas. Leer a las Ultras es leer mi mismidad aquella que padezco en silencio. Un silencio tan grande, tan inexorable que encierra un contenido atroz: la estepa árida del espíritu. Allí donde el desconocido no comprende esa vieja promesa, del que no espera más…

Un saludo al Otro.
Cada vez más lejos…
María Luz Moreno

James Joyce
Exiliados (Fragmento).


Beatrice Justice (tras un momento de silencio.) No podría decirle. Usted mismo debiera preguntárselo, señor Rowan.
Richard (con cierta vehemencia.) Luego lo que yo reflejaba en esos capítulos y cartas…y en mis actos, era algo que usted llevaba dentro y que por orgullo o desprecio no podía…
Beatrice ¿No podía?
Richard (Se inclina hacia ella) No podía porque no se atrevía. ¿No es cierto?
Beatrice (agacha la cabeza) Sí.
Richard. ¿Por falta de valor o a causa de los demás?
Beatrice (suavemente) Por falta de valor.
Richard (lentamente) ¿Y por eso me ha seguido con el corazón lleno de orgullo y desprecio?
Beatrice. Y de soledad.
(…)
Richard (Con energía contenida.) ¿Qué es lo que parece pesar sobre usted? No puede ser tan trágico.
Beatrice (Con calma.) No en el fondo no es tan trágico. Todos me dicen que iré mejorando a medida que envejezca. No habiendo muerto entonces, me dicen, probablemente viviré. Pero la vida y la salud me son devueltas cuando ya no puedo aprovecharlas. (Serena y amarga) Soy una convaleciente.
Richard (Con suavidad.) Entonces, ¿no hay nada en la vida que pueda darle paz?
Beatrice. Si en nuestra religión hubiera conventos, tal vez ahí. Al menos eso es lo que pienso muchas veces.
Richard (Negando con la cabeza.) No, señorita Justice, ni siquiera ahí. Usted es incapaz de entregarse completa y libremente.

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